El Alcázar andalusí
El Alcázar andalusí de Córdoba, antiguo palacio del gobernador visigodo, constituyó el centro del poder político, religioso y económico de al-Andalus entre las primeras décadas del siglo VIII y la caída del Califato cordobés a comienzos del siglo XI, desempeñando también en las centurias siguientes un papel destacado hasta la conquista castellana de la ciudad en 1236.
Su recinto amurallado englobaría, a grandes rasgos, el actual Palacio Episcopal, en cuya basese pueden apreciar algunos de sus muros y torres orientales, el Seminario de San Pelagio, la antigua Biblioteca Provincial, parte del actual Alcázar de los Reyes Cristianos y la plaza del Campo Santos de los Mártires, en el que se exhumaron los baños. Al sur se abría su puerta principal, la Bab al-Sudda, y sobre ella se situaba una especie de azotea o mirador, desde donde el monarca podía contemplar las paradas militares y los ajusticiamientos públicos que se realizaban en una gran explanada existente entre el palacio y el río.
El interior del Alcázar se organizaría como un gran conglomerado de edificios, de distinta cronología y funcionalidad: espacios áulicos de representación, despachos de trabajo para la burocracia omeya, áreas para el servicio, baños, la famosa biblioteca del califa al-HakamII, una alcazaba militar, un campo de polo y distintas zonas ajardinadas, entre las que destaca la Rauda, que sirvió de cementerio real de esta dinastía andalusí.
El Alcázar de Córdoba siguió funcionando con normalidad tras la construcción de la ciudad palatina de Madinat al-Zahra, y, de hecho, conocemos importantes obras realizadas en su interior por Abd al-Rahman III y al-Hakam II. A este respecto, destaca la construcción por al-Hakam II de un sabat o pasadizo elevado que comunicaba directamente el Alcázar con la Mezquita, heredero de otro anterior construido por el emir Abd Allah, situado algo más al norte.
Bibliografía
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