Período Califal
La etapa de mayor esplendor de la Córdoba islámica fue el Califato omeya (929-1031). La medina de estos momentos albergaba las sedes del poder político, civil y religioso del Estado, al tiempo que conformaba un nudo de intercambios y comunicaciones de primer orden y reflejaba una prosperidad que atrajo a muchos nuevos habitantes. Como consecuencia de todo ello, la ciudad sufrió una gran mutación, generándose a su alrededor un paisaje suburbano sin parangón en todo el Mediterráneo occidental.
El Califato cordobés dio comienzo en el año 929, cuando ‘Abd al-Raḥmān III se autoproclamó califa de al-Andalus y rompió por completo con los lazos que aún le unían a Oriente. Durante su mandato, la actividad edilicia dentro de la medina no cesó. Se efectuaron mejoras en la muralla meridional con una clara función propagandística. De igual modo, se llevaron a cabo obras de diversa índole en el Alcázar. Algunas de ellas se desarrollaron en el conocido como “Patio de Mujeres”, y otras, en el cierre norte del conjunto, a la altura del solar “Garaje Alcázar”, incluyendo unos baños cercanos para el uso del califa, preservados hoy en el Campo Santo de los Mártires.
A lo largo del gobierno de ‘Abd al-Raḥmān III se reforzó también la fachada septentrional de la Mezquita aljama y se amplió su patio, lo cual obligó a levantar un nuevo alminar en sustitución del anterior. Años más tarde, el oratorio sufrió su segunda ampliación por orden de su sucesor, el califa al-Ḥakam II. El miḥrāb y la maqsura que pueden contemplarse en la actualidad son de este momento. En línea con esta remodelación, erigió un nuevo sābāṭ o pasadizo elevado; el antiguo corredor levantado por el emir ‘Abd Allāh en el siglo IX habría sido ya derribado. Otra de las acciones emprendidas por al-Ḥakam II fue la creación, al este y oeste de la aljama, de cuatro pabellones de abluciones en 967. Ese mismo año se inauguró una conducción de agua (llamada más tarde «Aguas de la Fábrica de la Catedral») destinada al abastecimiento del entorno de la Mezquita, cuyo origen se hallaba en un acueducto romano localizado bajo la estación de autobuses de la capital cordobesa. Por último, en el año 971, al-Ḥakam II reformó además el antiguo puente romano. Se emprendieron reparaciones en su cimentación y en varios de sus pilares. A finales de la centuria, se fortificó su extremo sur con una puerta defensiva. Esta derivó tiempo después en la conocida como Torre de la Calahorra, en la que aún es visible el primitivo arco de herradura que enmarcaba el vano de acceso califal.
Al margen de las actuaciones acometidas intramuros, la gran transformación urbana de Madīnat Qurṭuba tuvo lugar en sus áreas periféricas, en particular en su extremo occidental, conocido por las fuentes escritas como al-Ŷānib al-Garbī. Los nuevos parámetros económicos y sociopolíticos del Califato omeya, junto al considerable aumento de población registrado como consecuencia de su atractivo como capital de al-Andalus, fueron configurando un espacio extramuros densamente ocupado. Los restos materiales indican que la mayoría de estos barrios fueron fruto de planes urbanísticos previos. Puede que el propio Estado estuviera implicado en ellos inicialmente, pero es difícil determinar quiénes fueron sus auténticos constructores y el papel que pudieron jugar otra serie de agentes promotores.
La fundación de Madīnat al-Zahrā’ entre los años 936 y 940, sede de la administración del Estado y residencia oficial del califa, fue la impulsora definitiva de esta gran expansión suburbana. Al igual que venía siendo tradición en el Oriente islámico, una de las prerrogativas del nuevo califa era la fundación de una nueva ciudad. En este caso, ‘Abd al-Raḥmān III escogió un emplazamiento estratégico al pie de Sierra Morena, al oeste de la medina cordobesa, de la que tan sólo la separaban 8 km. Entre la ciudad palatina y Qurṭuba fueron creciendo estos arrabales, en cuyo despliegue tuvieron mucho que ver los caminos preexistentes y los creados ex professo para comunicar ambos conjuntos urbanos. Junto a los ámbitos domésticos, estos barrios se fueron dotando de equipamientos comunitarios e instalaciones estatales. No obstante, los emires cordobeses -así como sus familiares y otros altos cargos- habían intervenido ya en la edificación de estas zonas desde la segunda mitad del siglo VIII a través de fundaciones pías, las cuales actuarían ahora como focos de urbanización de los nuevos núcleos poblacionales. De hecho, algunas almunias emirales quedaron encerradas en dichos barrios a raíz del crecimiento urbano. Otras fueron readaptadas, como ocurrió con al-Nā’ūrah, que debió de experimentar un proceso de renovación al convertirse en época califal en un centro de acogida y pernoctación para las embajadas que llegaban a Madīnat al-Zahrā’. Más al norte, surgirían grandes propiedades como las de Arḥā’ Nāṣiḥ o al-Rummāniyya, o el asentamiento de Turruñuelos, aún por excavar, pero identificado por algunos como un lugar para el acantonamiento de las tropas.
En el área más septentrional del Ŷānib al-Garbī, en las inmediaciones del actual Cortijo del Cura y de la Carretera de Trassierra, ha sido documentado parte del arrabal de al-Ruṣāfa, conformado por viviendas, zonas de producción alfarera y un cementerio. Las labores arqueológicas llevadas a cabo en la Huerta de Santa Isabel, al suroeste del anterior, han sacado a la luz tramas urbanas regulares pertenecientes al mismo momento. En la zona arqueológica de Cercadilla se registró, por su parte, otro de los barrios más completos, el cual, además de casas y espacios industriales, contó con al menos con una pequeña mezquita.
En el sector central del Ŷānib al-Garbī, correspondiente con el entorno del Centro Comercial Zoco, es donde se han recuperado las mayores extensiones de arrabales, perfectamente urbanizadas y con instalaciones de todo tipo. Hacia el sur, entre el Fontanar de Cábanos y la Avenida de Menéndez Pidal, se han descubierto otros contextos suburbanos compuestos por áreas residenciales, baños, mezquitas, cementerios y almunias. Bajo el Parque Zoológico de Córdoba, en la Colina de los Quemados, han aparecido también estructuras del periodo califal.
En el extremo opuesto, es decir, al este de la medina cordobesa, se fueron abriendo camino otra serie de arrabales durante el Califato omeya, aunque la información arqueológica disponible es bastante limitada y apenas conocemos detalles de su urbanismo. Las pequeñas intervenciones realizadas en la zona -conocida como al-y̌iha al-Šarquiyya– han detectado ámbitos domésticos que no debieron de ser muy diferentes a los hallados en los barrios occidentales. Lo que sí parece lógico pensar es que el despliegue urbanístico de estos terrenos orientales estuvo relacionado con la fundación en este sector de la ciudad de Madīnat al-Zāhira, cuya construcción fue encargada por Almanzor a finales del siglo X. Así lo pone de manifiesto ibn Hazm cuando menciona sus nuevas casas en el arrabal de al-Zāhira. La investigación arqueológica, sin embargo, no ha conseguido encontrar ningún vestigio de esta medina, y sólo la conocemos a través de la documentación escrita.
Finalmente, la ruptura de los artificiosos fundamentos simbólicos y propagandísticos sobre los que estaba sustentado el Estado califal se produjo en torno al año 1009, cuando comenzó un periodo de inestabilidad que se prolongó hasta el año 1031. El estallido de la fitna (guerra civil) tuvo como consecuencia el saqueo de Madīnat al-Zahrā’ y de Madīnat al-Zāhira. Los contingentes militares que atacaron la medina cordobesa, en especial las tropas beréberes que la asediaron en el año 1010, arrasaron además los suburbios occidentales, provocando un repliegue de los habitantes al interior del recinto amurallado. Tan sólo los suburbios orientales pudieron haberse mantenido ocupados -aunque con una población muy menguada- gracias a la fortificación de su perímetro con una muralla muy rudimentaria.
Terminado el conflicto civil, Madīnat Qurṭuba se vio envuelta en una serie de continuas transformaciones de carácter político y social. La historia de la medina durante los Reinos de Taifas -en concreto durante la breve república de los Banū Ŷahwar (1031-1070)- contrastó rápidamente con el esplendor conocido hasta entonces.
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