Córdoba es una ciudad con más de 5.000 años de historia, cuyo origen se sitúa en el período Calcolítico (III/II milenio a.C.), alcanzando grandes momentos de esplendor como capital de la provincia Bética romana y del califato de al-Andalus. Su ubicación a orillas del río Guadalquivir, junto a Sierra Morena, en uno de los pocos vados transitables en determinadas épocas del año, la convirtieron en un asentamiento estratégico y en un puente de comunicación entre el Sur y el Norte de la Península Ibérica.
La Corduba prerromana se situaba en la Colina de los Quemados (Parque Cruz Conde), sobre un cerro ligeramente amesetado, que permitía tanto su defensa como el control del río, principal vía de salida del mineral extraído de la sierra. La riqueza minera y agropecuaria permitió pasar de un poblado de cabañas del Bronce Final (siglos IX-VIII a.C.) a un núcleo de connotaciones urbanas ya en el período orientalizante (siglos VII-VI a.C.). Tras la caída de Tartessos, la Córdoba turdetana permaneció integrada en los circuitos comerciales de la zona, conservando cierta jerarquía.
La llegada de Roma no supuso una ruptura violenta con el hábitat existente; de hecho se ha defendido la coexistencia del poblado turdetano junto al campamento romano, que posteriormente daría lugar a la ciudad republicana, situada a 750 m al NE. La importancia de esta última fue concentrando a la población hasta quedar como único núcleo habitado a partir del siglo I a.C. Como consecuencia de la Guerra Civil entre César y Pompeyo, Córdoba sufrió una gran destrucción, pero rápidamente supo ganarse el favor del emperador Augusto, que la convirtió en la capital de la provincia Baetica bajo del nombre de Colonia Patricia. Comenzaba una etapa de esplendor, tal como ponen de evidencia la ampliación de la ciudad, la dotación de los principales edificios de espectáculos y sistemas de captación y evacuación de aguas, la marmorización y engalanamiento de los espacios públicos y privados, incluidas las necrópolis, que hicieron de Córdoba una pequeña copia de la capital: Roma.
A partir del siglo III d.C., Corduba recupera su nombre primigenio y empiezan los primeros cambios en su fisonomía urbana en los que, tal vez, pudieron influir los efectos de un terremoto, la construcción a extramuros del complejo arquitectónico de Cercadilla o su posible nombramiento como cabeza de la diocesis Hispaniarum. La preeminencia político-religiosa de Córdoba debió disminuir hacia principios del siglo V d.C., cuando Hispalis se convirtió en la nueva capital de la Bética. Durante la etapa de dominación visigoda de la ciudad (finales del siglo VI – inicios del VIII), la principal novedad será la existencia de una comunidad cristiana plenamente consolidada, lo que tendrá su reflejo en una arquitectura materializada en diversas iglesias y basílicas.
La presencia islámica a partir del año 711 supuso el arranque de ciertas transformaciones políticas, religiosas y urbanísticas que dieron lugar a un nuevo modelo de ciudad. La Madina mantuvo su fisonomía, con constantes reparaciones del recinto amurallado y nuevas infraestructuras, entre las que destaca la construcción de la Mezquita-Aljama, que, junto a la configuración de las almunias y de los primeros arrabales extramuros, conformarían la base sobre la que se desarrollaría la Córdoba Califal (929-1031).
La ruptura de los artificiosos fundamentos simbólicos y propagandísticos sobre los que estaba sustentado el Estado califal se produjo en torno al año 1009, momento en el que da comienzo la fitna (guerra civil) que se prolongó hasta el año 1031. La historia de la Qurtuba durante los Reinos de Taifas y el período de dominación almohade, con el traslado de la capital a Sevilla, contrasta con la grandiosidad conocida hasta entonces, que finaliza definitivamente con la conquista cristiana de la ciudad en 1236.